martes, 7 de julio de 2015

Sobre la felicidad

No lo esclarece ninguna religión, tampoco se explica con precisión en los libros. Algunos la comparan con un estado, una forma de vida. Otros, más apasionados por lo temporal, suelen hablar de momentos. En la televisión a veces recomiendan acercarse a ella a través de la compra de ciertos productos. ¿Compartiendo una gaseosa entre amigos? No, no lo creo. Incluso hay algunas revistas de "interés general" que presumen saber cómo llegar a ella. Sí, hasta dan consejos, tips, que generalmente son menos de diez.
Aristóteles y otros filósofos de la Antigua Grecia también se preocuparon por dar respuesta a la pregunta sobre qué es la felicidad. Decían que está ligada a la actividad del alma, o bien a la capacidad de adquirir conocimiento, esto es, la idea de que si uno sabe más, es más feliz. Para ser honesto, no tengo ningún problema con Aristóteles y sus colegas de barba prominente y túnicas blancas, pero considero –con todo respeto y humildemente- que están equivocados. La verdadera felicidad se ve representada en una simple pero nada sencilla sensación, a la que sólo algunos llegan, mediante su cuerpo y su alma. Ojo, me refiero a una felicidad que no es egoísta, para nada. Se comparte, pero no con todos, ya que es algo muy preciado.
Es un acto que surge como resultado de la acción de alguien, es decir, tiene un protagonista, un creador. Un ser virtuoso -o no tanto- que el destino elige y lo hace responsable de una alegría. No estaré equivocado si digo que no hace falta tener todos los sentidos en funcionamiento para llegar a este notable placer. A veces basta con escuchar la acción desencadenante. En otras oportunidades alcanza sólo con verla. Hasta hay casos en los cuales simplemente se ha imaginado.
En definitiva, si la felicidad es la plenitud máxima en la vida del hombre, si es ese momento en que este se olvida de todo lo demás y se siente completo, entonces no hay mejor explicación.
Ser feliz es gritar un gol.